El goce del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y el acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas;
¿no son éstos incentivos y estímulos poderosos para instarnos a dedicar a nuestro Creador y Redentor el amante servicio de nuestro corazón?